Las autoridades del condado de Broward en Florida, Estados Unidos, detuvieron a una madre venezolana después de conocerse que la mujer «castigaba» cruelmente a su hijo y en uno de los malos tratos, decidió embarrar su rostro con heces debido a que el pequeño se defecó encima.
Este episodio ocurrió el pasado 11 de mayo. Ese día, investigadores del Departamento de Niños y Familia se apersonaron al 110 de Ronald Road en West Park. Decidieron arribar al sitio luego de recibir una llamada de una persona que denunciaba un posible caso de maltrato infantil.
De acuerdo a la información que recibieron las autoridades Tania Contreras, de 39 años, reprendió a su hijo por «haber defecado accidentalmente».
SU TELÉFONO CONTENÍA LAS PRUEBAS
En una entrevista con los oficiales, la madre desalmada entregó su teléfono a una investigadora. Cuando esta abrió la galería, se percató que había un video donde el niño tenía su rostro, pecho y brazos lleno de heces. La excusa de la madre fue que «se enfadó» porque el infante hizo sus necesidades sin avisarle. Por eso, como «castigo», le junto su propio excremento «para que no lo hiciera de nuevo».
Tras ello la madre fue enviada a prisión; mientras el hijo acudió a una revisión médica. En ella se determinó que tenía cicatrices, rasguños y moretones en piernas y brazos. El reporte médico reveló que incluso tenía un largo moretón en la espalda, además de una cicatriz en su muñeca derecha y en la pierna. El jovencito relató que la madre le causó tales heridas con su correa.
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Finalmente, la mujer admitió a los investigadores que castigaba al pequeño físicamente por «desobediente». Incluso hasta tuvo la osadía de mencionar que lo golpeó en la cabeza con un celular porque el niño lo había dañado.
En otra ocasión, según lo reseñado por Telemundo, acudió a la escuela con un ojo golpeado.
El insólito argumento de la madre ante tales agravios es que en Venezuela esos castigos corporales «se consideran normales».
Contreras está siendo procesada por cargos de abuso infantil. En Norteamérica ello podría considerarse un delito de tercer grado.