Chrystul Kizer, la joven de Milwaukee (EEUU) que alegó haber sido víctima de explotación sexual por parte de un hombre llamado Randall Volar, recibió una sentencia en su contra de hasta 11 años de prisión.
Este caso, que ha generado un intenso debate sobre la violencia de género y la trata de personas, concluyó este lunes, 19 de agosto, con una resolución que ha dejado a muchos con sentimientos encontrados.
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Kizer, quien ahora tiene 24 años, admitió haber disparado a Volar en 2018, pero argumentó que actuó en defensa propia.
Sin embargo, un juez del condado de Kenosha la encontró culpable de homicidio imprudencial y la condenó a la mencionada pena en prisión.
La decisión judicial ha reavivado el debate sobre los límites de la legítima defensa y las circunstancias atenuantes en casos de violencia doméstica.
Esto último, tomando en cuenta que el hombre había estado abusando de la joven y la había prostituido durante todo un año antes de su muerte. De hecho, según la versión de la acusada y sentenciada, le disparó después de que él intentó tocarla.
¿NO DEBIÓ SER CONDENADA?
La defensa de Chrystul Kizer presentó un argumento clave, al vincular su acto violento con la explotación sexual. Los abogados sostuvieron que su clienta no debería ser penalizada por un crimen cometido como resultado directo de su victimización. Todo, porque la misma está «al amparo de una ley estatal» que busca proteger a las víctimas de trata.
Sin embargo, los fiscales han adoptado una postura más conservadora. Expresaron, que la interpretación de la ley estatal, no puede ser tan amplia. No tanto como para eximir a alguien de un cargo de homicidio.
Lo cierto, es que este caso ha generado un intenso debate en la sociedad. Esto, ya que puso de manifiesto la dificultad de juzgar a personas que han sido profundamente dañadas por la explotación sexual y que, en un acto de desesperación, han tomado una decisión que ha tenido consecuencias trágicas como le ocurrió a Kizer.