Por María Laura García
Si, todos en un momento dado, queremos huir o claudicar porque un problema nos nubla en entendimiento y no vemos salida, e incluso no tenemos energías ni para seguir ni para pensar de forma eficiente.
Tomarse un tiempo para enfriarnos mentalmente y desde la serenidad tomar decisiones más objetivas es la mejor manera de iniciar ese camino a la solución si la hay, o bien para marcar otro rumbo en nuestra vida, cuando el cambio es inevitable o mandatorio. Jamás es conveniente tomar decisiones en medio de la tribulación primero porque solemos no ver con claridad las posibilidades y segundo, hasta nos resulta imposible entender que todo tiene un propósito.
A mí me ha servido analizar las situaciones desde arriba como si ese problema no fuera mío, dos o tres días después, como teniendo todas las visiones en la mesa para tomar decisiones. Claro está, no siempre se puede esperar, en ciertas emergencias el accionar debe ser inmediato, pero salvo esas situaciones de coyuntura extrema, siempre es bueno “ir despacio porque vas deprisa”.
Ahora bien, el ser cauto en la reacción NO es HUIR, es enfrentar pero, desde la calma de una pausa.
¿Por qué muchos huyen en medio del caos?
No son pocos los que les asusta afrontar el sufrimiento o la dificultad y evitan con todo tipo de estrategias enfrentar las situaciones difíciles. Escapar, esconderse en sí mismos o caer en adicciones o hábitos negativos son las opciones de algunos para mitigar el dolor. Tomar distancia de una situación es una buena fórmula para no sentirse atrapado por el sufrimiento, pero de ningún modo evitar la realidad es “vivir”, pues para mí, es como esconder el polvo debajo de la alfombra.
Todos usamos el placer y el bienestar como un impulso de supervivencia, pero amigos, el dolor es inevitable, nos guste o no. Buscar atajos para alejarnos de los problemas es una solución fugaz porque tarde o temprano nos encontraremos con este y quizás de peor manera.
Solo trabajando ese “algo incómodo” desde la calma, aceptándolo y revisándolo nos permitirá deshacernos realmente del obstáculo gracias a una solución con consecuencias tanto positivas como negativas porque la vida NO es perfecta. El que lo crea o lo espere no estará nunca preparado para la frustración.
Así que, deja de pensar en el alivio “pasajero” porque solo es eso: “momentáneo”, es como, por ejemplo, cuando te clavas una espina en un dedo y te la dejas allí evitando la molestia de su extracción, para luego, tener que aguantar el dolor que causará cada vez que vayas a usar la mano para algo.
Ten en cuenta que si aprendes a tolerar el dolor lograrás diluirlo, porque somos más capaces de soportarlo de lo que pensamos.
Importante: Las pausas son para analizar y familiarizarte con aquello que provoca la huida…
Si te tomas un tiempo para revisarte, quizás notes que todo lo que te molesta, que te produce rabia o dolor es lo que te pudiera mantener alejado de lo verdaderamente importante, como la familia o tus sueños, debes acostumbrarte a afrontar, para reconciliarte contigo, tanto con tu pasado como con tu presente para construir una vida libre de ese tipo de peso.
Una vida sin tener que toparnos con situaciones, personas, actitudes o incluso aspectos propios que nos incomoden es una utopía y es vital analizar que todo aquello que suele desagradarnos habla especialmente de nosotros mismos. No necesariamente lo que vemos como malo lo es, porque se trata solo de nuestra interpretación de ello, por eso el reto está en abrir la mente e intentar ir un poco más allá de nuestras creencias limitantes. Desde esa óptica de apertura y aceptación del cambio, es posible percibir las cosas con más claridad, sin engancharse y dejándolas evolucionar hasta que todo fluya para bien, porque casi siempre lo que más nos molesta es lo que más nos puede enseñar.
Podemos evitar o afrontar el miedo, solo piensa que si huyes la tranquilidad será inmediata, pero quizás estés perdiendo la oportunidad de vivir la solución definitiva que da el enfrentar y que, en el futuro, esa situación se torne peor. La solución de “verdad” está en aprender a afrontar tus miedos, porque la seguridad se conquista precisamente yendo hacia lugares más inseguros.
Un sentido profundo de la responsabilidad, representa siempre un peso añadido sobre nuestros hombros, pero es la único que nos permitirá sentirnos dueños absolutos de nuestro destino.
Tips para evitar la huida …
Lo primero es saber reconocer cuándo estamos huyendo de algo y qué solemos hacer para escapar. Luego busca conductas opcionales para ponerlas en práctica cuan notes que estás evadiendo para con ello, apaciguar tu dolor emocional, por ejemplo, llamar a alguien de confianza para compartirle lo que te pasa y cómo te estas sintiendo, más cómo piensas solucionar. Considera que es clave contar con medios personales para liberar la tensión, para recuperar el centro y la calma, aceptando además la necesidad de vivir ese momento de inseguridad para aprender tolerar el dolor como el camino verdadero y único que te permitirá lograr cambios que, a la larga, serán positivos. Internaliza que, todo lo anterior te llenará de confianza.
Tipos de evasión…
- Evitamos ir a un lugar o evadimos situaciones para no encontrarnos con alguien o enfrentar algo que no nos gusta, lo que es “evitación situacional”.
- Evadimos la realidad manteniendo la mente ocupada lo que se denomina “evitación cognitiva”.
- Cambiamos un sentimiento por otro, por ejemplo, rabia por tristeza o tristeza por rabia, es decir, evitamos dejar fluir nuestros sentimientos reales, poniendo en su lugar otras emociones, y esto es, según los expertos, “evitación emocional”.
- Solemos enfocarnos en un malestar físico o enfermedad para evitar pensar en situaciones incómodas o tomar decisiones. De hecho, muchos de los que habitualmente somatizan los problemas, consciente o inconscientemente, terminan enfermándose y a esto se le llama “evitación somática”.
Finalmente …
Tomarnos una pausa, relajarnos y desconectar de ciertas preocupaciones puede ser saludable. De vez en cuando apetece viajar a un mundo más cómodo, sin responsabilidades, sin problemas, sin luchas. Esos momentos pueden ayudarnos a asumir la necesaria distancia psicológica para resolver el problema.
Sin embargo, cuando el escapismo se convierte siempre en la “SOLUCIÓN” o en la estrategia de no afrontamiento por excelencia, es probable que más temprano que tarde tengamos un problema mayúsculo, superior al que intentábamos evadir.
Las personas que evitan constantemente lidiar con sus emociones incómodas experimentan, con el tiempo, mayores sentimientos de ansiedad y angustia. El escapismo psicológico puede convertirse en una peligrosa bola de nieve que corre montaña abajo, puesto que el problema seguirá creciendo mientras nos sentimos “seguros” en el mundo irreal que nos creamos.
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