Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa
El calor sofocante por el encierro bajo el sol brillante del mediodía, calentaba el techo del largo autobús, conducido por el Señor Cedeño. Siempre sintonizaba la emisora de las loterías, donde entre salsas y vallenatos se anunciaban los diferentes premios, siendo interrumpidos con noticias de tono amarillista.
Los pasajeros del viejo San Ruperto estaban impacientes por llegar a su destino. Bajando la avenida Baralt se encontraron con una fuerte congestión transformando la travesía en cortos avances seguidos del ruido de frenazos que hacían cabecear a quienes se rendían al tedio, en un sueño ligero y pasmoso.
Los botones de la camisa del señor Cedeño amenazaban con salir disparados en cualquier momento, los dedos cortos y gruesos de sus manos recibían el pago de cada cliente al entrar. El sedentarismo, obligado por su oficio de conductor, era complementado con importante sobrepeso, consecuencia de suculentos almuerzos y cenas servidos generosamente en la cocina del terminal.
Entre sus platos predilectos estaban el sándwich de pernil gigante, el pollo en braza con hallaquitas y la palangana de hervido cruzado, con abundantes verduras o el enorme plato de pasta boloñesa bañado en salsas.
A diario, el Señor Cedeño llegaba agotado a la pensión donde vivía, para acostarse de inmediato en una cama de metal, con jergón de resortes, cubierto por un delgado colchón, que, de no ser, por el agotamiento, le sería imposible conciliar el sueño.
El señor Cedeño llegó a la última parada con la ropa bañada en sudor, detuvo la unidad, puso el freno y se levantó rápidamente de la esterilla, usada para acolchar su pesado cuerpo, tropezó las cajitas de monedas que se desparramaron por el suelo. Al intentar rescatarlas del piso se estiró sobre el torniquete de acceso, sintiendo un fuerte dolor de espalda.
Con dificultad bajo las escaleras del autobús siendo recibido por Fonseca, el coordinador de la línea, quien, al verlo con la cara fruncida y las manos en la cintura, le dijo: “Cedeño, seguro tienes piedras en los riñones”.
Recordó tiempos pasados, cuando otros choferes, habían sufrido de similares dolencias, pero Cedeño dudaba, porque él orinaba perfectamente y ese dolor venía amenazando desde hacía unas semanas.
Al pasar las horas, el Señor Cedeño sentía adormecidas las piernas y el dolor de espalda se hacía más intenso, agravándose con el mínimo movimiento. Unos compañeros de la línea lo ayudaron a montarse en un taxi solicitado por la jefa del terminal, donde minutos después llegó al puesto de socorro, siendo necesario bajarlo en silla de ruedas
Una joven doctora lo examinó encontrando gran contractura de los músculos cercanos a la columna, llamados para espinales, así mismo verificar debilidad en la fuerza muscular y poca sensibilidad de ambos miembros inferiores. Cedeño tenía la duda si aquel malestar era consecuencia de los riñones que se le habían dañado por tanto manejar.
Existe la creencia que relaciona el oficio de chofer con enfermedades de los riñones, esto se debe a que el dolor de espalda o cintura, muy frecuente en este oficio, es popularmente asociado con los riñones, pero estos órganos duelen cuando se inflama su cápsula por infección, acompañándose de malestar general y fiebre alta precedida de intensos escalofríos, o también duelen cuando se obstruye la vía urinaria, ocasionando el temido cólico nefrítico, siendo éste, un dolor de aparición súbita, con intensidad suprema, acompañado de palidez, sudoración fría y gran inquietud. No hay posición que alivie al paciente afectado de cólico nefrítico.
El lumbago agudo es causado con mayor frecuencia por una lesión repentina en los músculos y los ligamentos que sostienen la espalda. El dolor puede ser ocasionado por espasmos musculares así como distensión o desgarro en músculos y ligamentos, siendo sus causas muy variadas.
Entre las más frecuentes están: tensiones musculares por el estrés, sobrepeso, adoptar posturas viciosas al sentarse o pararse, permanecer en una sola posición por largos períodos de tiempo, movimientos inadecuados. También tenemos lesiones de la columna como hernias, fracturas o metastásicas.
El lumbago puede aparecer de forma súbita ante un movimiento vigoroso haciendo que el paciente adopte una posición antiálgica para evitar el dolor, haciendo esfuerzos para no moverse.
La joven doctora que atendió al señor Cedeño practicó exámenes de laboratorio evidenciando que la orina era normal y en el eco no había imágenes patológicas de los riñones por lo que decidió llamar al especialista en columna que solicitó un estudio de imágenes llamado resonancia magnética, diagnosticado con hernia de dos discos de la columna lumbar del señor Cedeño que ameritaba ser sometido a una intervención quirúrgica.
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