Por: Eliécer Calzadilla Álvarez
Las opiniones que reflejan las redes sociales y recogen los periódicos regionales sobre la empresa encargada de recoger la basura y de manejar el relleno sanitario de Ciudad Guayana, por contratación de la Alcaldía del Municipio Caroní del estado Bolívar, que más que opiniones parecen una campaña para que cese el servicio de recolección de desechos y se vaya la empresa de la ciudad, me hacen recordar una historia reciente, que si bien no guarda perfecta simetría con esta situación, se parece mucho a los momentos que precedieron a la estatización de Sidor y a la precipitada salida del consorcio multinacional que encabeza la empresa argentina Techint.
Borges dice en varias ocasiones que al destino le gustan las repeticiones. Lo que aquí ocurre ahora parece comprobar la afirmación borgeana.
Los argentinos, que así fue identificada la gerencia de Sidor, en la que tenían importantes porcentajes accionarios la República y los trabajadores, encaminaron la producción de la planta hasta llegar a 4.300.000 toneladas de acero líquido en un año.
Invirtieron en tecnología y procesos, modelaron una manera ejemplar de gerenciar con resultados gananciosos, desterraron enraizados vicios, sinceraron la procura de los precios y servicios, pagaban puntualmente y repartían utilidades de manera casi ritual a los accionistas.
En la radio y prensa local tuvieron tribuna especial los voceros del descrédito. La dirigencia sindical de entonces llenaba titulares periodísticos de xenofobia y rabia.
En paredones cercanos al colegio donde estudiaban los hijos de los argentinos, manos cobardes, no tan anónimas, escribieron vergonzosos grafitis xenófobos.
Muy pocas voces de la ciudad le salieron al paso a la campaña, cuento la mía entre aquéllas. Las maniobras maduraron al punto que una noche, por una supuesta demora en la firma de un contrato colectivo en el que se negociaban cláusulas finales, un coronel, vocero del gobierno, anunció la total estatización de Sidor frente a la jubilosa dirigencia sindical y entusiasmados trabajadores siderúrgicos que coreaban cada frase con los gritos de “así, así, así es que se gobierna”, mientras la ciudad era silenciosa espectadora del desatino.
Sostengo que la ciudad les debe un histórico y singular desagravio a los gerentes argentinos que gerenciaron la producción de la siderúrgica hasta lograr cuatro millones trescientas mil toneladas de acero líquido en un año, que agentes de gobierno venezolano alguno podrán lograr en los próximos dos siglos.
La ominosa expulsión de Techint y de los gerentes argentinos torció el destino de la Zona del Hierro.
Desde allí partió el incesante declive de Ciudad Guayana, sellado con las estatizaciones de las empresas de prerreducidos, la ruina del sector metal mecánico de la Zona y la entrega de las otras empresas básicas a quienes las trataron como un botín.
Se fracturó desde el poder la ambición fundacional de una ciudad cosmopolita y abierta al mundo a través del Orinoco y el Atlántico.
El resto de la historia no la cuento porque allí están las plantas de Sidor, y las demás, suerte de testigos mudas y frías, testimoniando uno de los actos más bárbaros realizados por los sucesivos grupos, corruptos e ineptos, a quienes, desde la estatización, el gobierno encargó la dirección y manejo de las empresas.
Advierto que no conozco a los gerentes ni a los accionistas de Fospuca, y que tampoco conozco al alcalde de la ciudad, ni quiero conocerlos. Tengo completa la lista de mis amigos. No soy ni seré aspirante a cargo alguno, público o privado.
Pero sostengo también que hasta ayer esta ciudad fue durante un largo rato una inmundicia, y que su emblema no era una chimenea ni una represa ni una cascada, ni un colibrí: Eran las bandadas de zamuros de cada calle y urbanización y barrio comiendo montones de desperdicios podridos mientras saltaban.
La ciudad era espacio hediondo, vivero de moscas, ratas, cucarachas y foco de infecciones bacterianas de la piel. Hoy tiene el rostro limpio.
Tengo información de dos importantes clientes de nuestro escritorio y de objetivos testimonios que he recogido de amigos, que dicen que la empresa recolectora de basura ha realizado importantes rebajas a las tarifas que había fijado a los comerciantes y usuarios que han realizado sus reclamos, como consecuencia de las protestas contra los abusos conque la empresa se estrenó en estas tierras.
Fue así como se exoneró a las viviendas del pago de la recolección de basura.
Es difícil, imposible tal vez, recomponer el extraviado destino de esta ciudad si sus espacios públicos volvieran a ser un basurero inmundo.
Alguien definió con especial tino al espacio público como el lugar donde todos somos iguales. Si nos devuelven a las calles y plazas nauseabundas seremos todos iguales, pero en lo puerco.
Discrepo así, del grito entusiasta de quienes piden que saquen a Fospuca. Dejo constancia, como hice entonces con lo que hicieron, en medio de una irracional euforia, con la gerencia argentina de Sidor.
Es mi derecho a discrepar y a no guardar silencio, aunque suene impopular y nada simpático. Nunca he buscado que me quieran, tengo a salvo mis afectos.
Puerto Ordaz Junio de 2023