Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa
Zunilde se fue transformando en una persona ensimismada, muy callada y de mirada esquiva. Pronto dejó de dar conferencias y procuró su temprana jubilación de la gran corporación de tecnología, donde tenía un alto cargo gerencial.
En su amplia casona, pasaba largas horas de lectura y siempre recibía las visitas de familiares y amigos, en un ventilado patio trasero. Zunilde fue una mujer de mucho empuje, siempre preocupada por mantener una imagen limpia e impecable. Con frecuencia recordaba las palabras de su padre: “Hija, las mujeres deben ser como las flores, bellas a la vista, suaves al tacto y de gratos olores”.
Su familia se fue percatando, como al pasar los últimos años cambió sus colores en el vestir, por oscuras prendas, siendo sus predilectas las negras o azul marinas. Rara vez Zunilde acudía a una reunión social, prefería los encuentros en casas de familiares muy cercanos y cuando era ineludible cumplir un compromiso, prefería llegar de primera, haciendo un rápido escaneo del sitio para ubicar el baño más cercano, el cual debería mantener a la vista, durante todo el tiempo que permaneciera en el lugar.
Cuando uno de sus cuatro hijos, “paridos con gran dolor” le hacía alguna observación, se le subían los colores, lo regañaba invitándolos a no meterse. Una mañana, viendo un programa de televisión, entrevistaron a un médico quien dijo: “las damas también son atendidas por los urólogos, entre otras cosas por la pérdida involuntaria de orina, llamada incontinencia, la cual puede ser de diferentes tipos”.
El secreto guardado por Zunilde, con mucha vergüenza durante varios años, estaba precisamente relacionado a esta condición. Un fuerte estornudo la sorprendió una tarde acompañado de la pérdida involuntaria de unas gotas de orina, más adelante eran chorritos con la tos, luego al reírse. Pasado un tiempo la tibia humedad, se hacía presente con el más mínimo esfuerzo, como levantarse o caminar.
Zunilde maniobró todo lo que pudo para evitar ser descubierta, al principio con toallas diarias de protección, luego con toallas sanitarias, siendo necesarias al menos tres por día. Por último, llegó al extremo de los pañales. El uso de ropa apropiada para disimular cualquier mancha se le hizo indispensable. La aterrorizaba que el olor urémico, desprendido por sus pérdidas, lo percibiera algún conocido.
Rechazo las múltiples solicitudes de intimidad hechas por su marido, esgrimiendo las más variadas excusas hasta llegar a serios conflictos, que forzaron la ruptura de un sólido matrimonio, que no llegó a celebrar las bodas de plata.
Aquel urólogo captó su atención y con palabras le permitió entender el tema de la incontinencia de esfuerzo, la cual tiene como antecedentes los embarazos y partos, que debilitan los músculos del piso pélvico, descendiendo las estructuras que ellos soportan, entre otras, a la vejiga y su conducto de salida, llamado uretra.
Ante una pregunta de la entrevistadora, el respondió que también influye la obesidad, problemas pulmonares, estreñimiento crónico y otros cómo hacer esfuerzos que requieren aumentar la presión abdominal, por ejemplo: levantar grandes pesos.
Con mucha esperanza solicitó cita para someterse a una evaluación médica completa, le hicieron una historia clínica muy detallada. Al examen físico se descubrió la presencia de un prolapso o descenso tanto de la vejiga como de la uretra y en un estudio llamado urodinámico se estableció que su esfínter no cerraba con la fuerza suficiente, permitiendo la fácil salida de orina con los más pequeños aumentos de presión.
Después de cumplir los protocolos necesarios, Zunilde fue llevada a quirófano, donde se practicó la cura operatoria de los prolapsos, llevando los órganos descendidos a su posición natural. También se colocó debajo de la uretra, una especie de cinta o cincha, dándole la fortaleza y el sostén necesario.
Al día siguiente recuperó su continencia, no presentó más pérdidas de orina con los esfuerzos, entre sonrisas y gratitud se despidió del personal que la atendió y unas semanas más tarde estaba comprando prendas de vestir en variados colores pastel.
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